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Javier Núñez

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CINCO

 

(Fragmento de Vírgenes y herejes)

 

 

 

 

 

 

(…)


12

 

Erick Smith pasó la noche en un hotel. Pensó en quedarse hasta que acabe el Carnaval de la Diosa del Sexo. Apagó su teléfono móvil para que Craelius no lo llamara. Quería estar libre de cualquier molestia.

          Aquel día, mientras caminaba, alguien lo mojó con un globo repleto de agua. Volvió la cabeza para saber quién era. Entonces vio ese rostro de niña que lo había de obsesionar por unos días. Se miraron por un instante y él se quedó impresionado de su belleza. La deseó en el acto. Ella reía junto a sus amigas paradas con los globos en las manos. Smith la miro largo rato, sin atinar a nada, luego emprendió la marcha hacia el parque próximo donde se secó la ropa con el sol de la tarde. Una hora después regresó a su hotel… Por la noche, después de cenar y antes de dormir, vio claramente en su pensamiento a aquella niña traviesa. Entonces se preguntó: ¿Volveré a verla alguna vez? Se respondió sin esperanzas: No… Al día siguiente pasó por el mismo sitio tratando de encontrarla y no la vio. A lo lejos se escuchaban melodías de bandas de músicos. Las distintas comparsas estaban en pleno ensayo para el Gran Concurso de Danzas con Trajes de Luces que iba a realizarse el Miércoles de Ceniza. Aquella mañana había desayunado pensando en ella. No es que se haya enamorado, es más, nunca se enamoraba. La deseaba, eso sí… Quería verla desnuda, sentir sus gemidos, recorrer su cuerpo con sus labios…  Así pasó aquel día, deseándola con obsesión, incluso tuvo que inventarse una historia protagonizada por ambos.

 

13

 

Sin perder más tiempo, Craelius decidió ir a la Isla de Lares. Preparó los equipos y las máquinas… A las siete de la mañana estaba en el muelle, acompañado por el joven Alejandro y Madeleine (en representación de Erick Smith).

        Aquella mañana frígida, Craelius, Alejandro y Madeleine partieron del puerto de Puno hacia la Isla de Lares. Cuando recorrieron unos doce kilómetros, Craelius instaló encima de la cabina un radar sofisticado.

            —Si acaso algún intruso nos sigue —dijo.

            Cargó el arma para abrir fuego en cualquier momento.

            —Moriré peleando. 

            En tanto, Alejandro revisaba las coordenadas en un aparato y piloteaba la nave.

 

14

 

Erick Smith compró el ticket para asistir a la coronación de la Diosa del Sexo-2000. Se sentó en los primeros asientos y escuchó la música de fondo que le pareció agradable. La gente fue acudiendo al auditorio del burdel poco a poco… Media hora después, se presentaron las candidatas finalistas. No eran más de seis. Entre ellas, Smith reconoció a Yacira. Trató de saludarla con la mano, pero ella no lo advirtió…

     Las finalistas habían logrado pasar por varias pruebas rigurosas. Entre ellas: tener sexo con cinco hombres y hacerles que acaben al mismo tiempo. Habían participado cincuenta chicas del burdel. El año anterior había ganado una italiana de diecinueve años.

            Los miembros del jurado ya estaban ubicados en sus sitios respectivos. Entonces, la primera participante entró en la pasarela, anduvo en distintas direcciones. Vestía una falda bien corta que —en ciertos movimientos— dejaba al descubierto sus bragas negras. Llevaba botines oscuros y brillosos… Empezó con el baile erótico… En cada movimiento fue quitándose la ropa. Se sacó el sujetador y lo arrojó al público (conformado en su mayoría por varones). Era alta y esbelta, de escultura perfecta: proporción adecuada de pechos y caderas contorneadas… Una verdadera hembra, dijo Erick Smith, una diosa. Daba vueltas enteras, a la derecha y la izquierda, de arriba hacia abajo, con las rodillas flexionadas, en la barra de strip-tease… A medida que bailaba se quitó la braga, lentamente, al compás de la música, y la arrojó hacía el público, generando discusión y pelea entre los hombres… Ahora estaba completamente desnuda, marcando pasos sensuales…  

         Erick Smith contempló a todas las participantes. La que debía ganar —en su opinión— era la primera aspirante… Y así fue. Media hora después de que terminó la presentación de las candidatas se anunció a la ganadora. 

            —Damas y caballeros, vamos a anunciar el nombre de nuestra soberana que acaba de conseguir el galardón más preciado del país. Se trata de Sheyla Linares, de Venezuela, veinte años…

            En efecto, era la primera participante de la noche. Apareció acompañada por dos jóvenes apuestos. Todo el mundo se puso de pie y aplaudió.

            —Vamos a continuar con la ceremonia de coronación…

            El gobernador de la isla, Leonard Althus, se le acercó con la corona más cara del mundo. De esta manera, Sheyla Linares se convirtió en la nueva soberana del sexo. Erick Smith le tomó fotos desde diversos ángulos.

 

15

 

Anclaron la nave en la orilla de la isla. Craelius descargó los equipos y le indicó al chofer que se quedara, observando si acaso alguien aparecía; Madeleine lo siguió aún con los ojos tristes. Pensaba en vengarse de Craelius, porque sospechaba que él había matado a Erick… Craelius alzó la metralleta y ordenó a Madeleine que cargara las baterías y los paneles. 

            El santuario se alzaba en actitud de desafío al tiempo. 

           Craelius localizó el sitio exacto donde se generaba la energía cósmica. Allí instaló los paneles, las baterías, el ordenador y el dispositivo para almacenar la energía. Luego presionó la tecla enter y los paneles empezaron a captar la energía cósmica… Veinte minutos después, en la pantalla del ordenador apareció el mensaje: operación concluida. Craelius se dispuso a hacer las desconexiones respectivas dejando la metralleta en el suelo. Súbitamente, Madeleine se apoderó del arma, sin saber exactamente cómo disparar. Sin perder tiempo le apuntó a Craelius, quien, como buen ex soldado de la Marina Norteamericana, reaccionó en cuestión de segundos. Empuñó la pistola guardada en el bolsillo de la chaqueta y presionó el gatillo varias veces. Madeleine cayó de espaldas soltando el arma.

         —Sabía que te mataría algún día… Sabía también que nos traicionarías. No confío en las mujeres… ¡Muere, maldita!

          Craelius hizo una seña a Alejandro para que arrancara la nave. Enseguida terminó de desconectar los equipos. Luego alzó el dispositivo con la energía concentrada y fue corriendo hacia la orilla.   

 

16

 

Amaneció el Miércoles de Ceniza, día central de los carnavales en la Isla de las Ninfas, una de las fiestas más grandes del continente, sólo comparable con el Carnaval de Oruro y el Carnaval de Río de Janeiro. Más de setenta comparsas (sayas, morenadas, diabladas, tobas, entre otras…) desfilaban por las calles danzando en honor a la Diosa del Sexo.

           Smith no encontraba espacio para tomar fotos. La isla estaba abarrotada de turistas. Quería ver a Sheyla Linares. Caminó a empujones entre la gente, hasta que logró divisarla en andas… La diosa sonreía a la gente y saludaba con la mano. Smith le tomó varias fotos… 

            A eso de las tres, advirtió que marcaba paso la Aplastante Diablada California, con más de quinientos danzarines y cuatro bandas de músicos. La comparsa estaba dividida en varios bloques: caporales, diablos (que eran los más ágiles), chinas diablas, diablesas, osos… El ángel San Miguel, con un casco metálico, escudo y espada, con alas y botas blancas, parecía tener la máxima autoridad… Smith vio a las diablesas guapas con sus trajes vistosos: zarandeaban las caderas, movían los muslos y dibujaban figuras con los pies… De pronto creyó reconocer a una de ellas. Era ni más ni menos la chica que lo había mojado con un globo. Es ella, dijo ante la mirada de la gente. Su falda de diablesa dejaba al descubierto sus muslos blandos que se movían al compás de las trompetas. Llevaba cabellos sueltos hasta los hombros y se advertía una sonrisa permanente en sus labios. Se le acercó con terquedad ante la protesta de la gente.

            —¿Se acuerda de mí? —le preguntó.

            —No moleste. 

            Siguió bailando al ritmo de sus compañeras.

            —Está endeudada conmigo.

            Ella lo miró bien y le dijo:

            —Espéreme al final de este recorrido.

            Antes de alejarse le alcanzó un vaso de agua mineral. En eso lo botó el policía por intruso. La señora de al lado profirió:

            —¿Para qué dejan entrar a los borrachos?

            Tuvo que esperar más de cinco horas para volver a verla…

 

17

 

Patrick Craelius llegó apresurado a la orilla y fue grande su sorpresa… Alejandro estaba tendido con las manos atadas a la espalda. Craelius irguió la cabeza y advirtió que un hombre encapuchado lo asestaba con un arma.

            —No se la llevará así de fácil…

            Craelius dejó en el suelo el dispositivo y levantó las manos. No tuvo tiempo para empuñar la pistola.

            —Podemos llegar a un acuerdo —dijo Craelius.

       —¿Cuánto está dispuesto a pagar? Dígalo rápido, no tengo mucho tiempo.

            —Cien mil dólares americanos.

            —¡Carajo!… No bromee.

            —Trescientos mil.

            —Un millón de dólares… Si no acepta, lo liquido en este preciso instante.

            —Acepto.

 

18

 

     —Parece increíble pero es cierto —le dijo alguien—: el Miércoles de Ceniza las diablesas enloquecen y no encuentran hombre que apague sus llamas de amor. Las danzarinas piden a gritos que les hagan el amor…

        Smith se rió a carcajadas. De pronto advirtió que la Aplastante Diablada California se aproximaba triunfante. Trató de reconocer a la chica del globo entre tantas diablesas. No lo logró… Cuando la buscaba sin esperanzas alguien le tocó el hombro.

            —Niño bueno, ven acá.

            Volvió la cabeza y cayó en la cuenta de que era ella, quien estaba bebiendo junto a sus compañeros danzarines.

            —Sírvete —le dijo, y le alcanzó una botella de cerveza…

            Ella advirtió los zapatos de Smith no bien lustrados, y le preguntó sin dudarlo: 

            —¿Cuánto calzas?

            —Cuarenta y cinco.

            —Vamos a comprobarlo.

            —¿Qué?

            —No te preocupes, niño bueno.

Bebieron varias botellas, no sé cuántas docenas, hasta las once de la noche, aproximadamente.  

            —Acompáñame, niño bueno.

            Se alejaron de aquella caravana de danzarines que bebían después de su presentación en el Gran Concurso de Danzas con Trajes de Luces, en honor a Sheyla Linares, coronada como la Diosa del Sexo-2000.

            —Niño bueno, me tienes loca —dijo ella—, apágame estas llamas que me queman las entrañas.

            Smith la miró a los ojos que parecían incendiarse.

       —Me siento una verdadera diablesa —dijo—, si llego a devorarte no será mi problema. 

            Smith rió sin decirle nada.

            —No te rías, ven acá, mi cuerpo se incendia.

      Ella empezó a frotarse los pechos por encima de su traje colorido.

            —Apúrate, niño bueno, estas llamas me queman.

            Smith se ubicó a espaldas de ella y le besó su cuello blando, y con la diestra le aprisionó suavemente los pechos erguidos. Ella se contoneaba, cerraba los ojos y sus labios parecían succionar algo. Luego Smith recorrió con la mano los muslos suaves de ella. Levantó un poco su falda de diablesa y le rompió las bragas.  

      —Vamos, niño bueno, hazme el amor, que me estoy quemando.

         Smith se bajó el pantalón a medias. Ella arqueó el cuerpo hacia adelante y se apoyó en las rejas del parque…

          —Eso es, niño bueno, no te detengas, apágame estas llamas que me queman las entrañas.

          Por un momento Smith se desesperó: si no llegaba a apagarle sus llamas sería devorado vivo.

            —Más rápido, niño bueno.

            Creo que me va a derrotar, se dijo Smith. Apeló al poder de la mente y retomó fuerzas.

            —Eso es, niño bueno.

            Ella gemía al ritmo de los platillos.

        —Más, más, más…, más rápido…, así, así; todo, niño bueno, todo…, al fondo… ¡Destrózame…!

            Entonces Smith entendió que hacer el amor con una diablesa un Miércoles de Ceniza exigía mucha responsabilidad. Se detuvo para retomar la concentración.

            —No te pares, niño bueno, sigue, sigue…

          Debió haber pasado no sé cuánto tiempo, quizá media hora… Más allá, otras diablesas hacían el amor con la misma furia y bebían a grandes sorbos. En fin, para eso están los carnavales, pensaba Smith, para vivir la vida. Otra vez entró en guerra.

            —Vamos, niño bueno, mantén el ritmo…, sí, eso es, siempre al fondo…

            Con una mano, Smith le agarró los cabellos y con la otra, los pechos. Ella chillaba, chillaba de placer… De pronto detuvo la invasión y retiró su ejército del campo de batalla.

            —Si te corres, te mato —dijo ella.

            Smith se acordó del chiste de las mujeres asesinas.

            —No —le dijo—, vamos a cambiar de postura.

         Ella irguió el cuerpo y quedaron frente a frente. Luego se apoyó en los hombros de Smith con sus dos manos, en tanto que él levantó hasta cierta altura la rodilla izquierda de ella. Debajo de su falda de diablesa se reanudó la función... Ella se iba a la gloria, arañándolo con sus uñas y perdiendo la razón. Sus gemidos le volvían loco a Smith, quien hizo los últimos esfuerzos para concentrar toda su energía…

            —Más, más, más…, me muero, me muero…

         Y de pronto ella respiró aliviada, en tanto que él terminó dentro de ella…

            —Vi a San Pedro —dijo—, estoy perdonada…

            Smith se quedó agotado, sudando a mares. Desde aquel día comprendió que las diablesas son insaciables…

            —Gracias —dijo ella—. Ojalá un día volvamos a vernos.

            —Sí… En los carnavales del año próximo…

          Luego ella se sumó al grupo de sus compañeros danzarines… Erick Smith se marchó al hotel. Estuvo preocupado por haber infringido los puntos pactados con Strain. ¿Qué le diría el día que se encuentren? ¿Que abandonó la empresa por ir al Carnaval de la Diosa del Sexo? ¿Cómo justificaría su mala conducta? Ya veré qué hago, se dijo. El Domingo de Tentación, la gran despedida, fue fabuloso, aunque Smith seguía pensando en cómo presentarse ante Strain. Permaneció una semana más en la isla. Una tarde se enteró por vía internet que Strain había sido asesinado. Dejó de lado sus preocupaciones y se entregó al placer terrenal. Agarró la maleta y se largó a Río de Janeiro a sentir el aliento de las brasileñas…

 

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En el marco de la Festividad de la Virgen de la Candelaria, la UNA-Puno presentó Vírgenes y herejes de Javier Núñez, el pasado 2 de febrero en la Casa de la Cultura (Puno).

 

Vírgenes y herejes ganó el I Premio Nacional de Novela “Ciudad Incontrastable 2011" en Huancayo. 


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